J. Iñaki Urrutia Gutiérrez
Jefe de Área de Análisis Medio Ambiental
Canal de Isabel II
España es el País de Europa con mayor número de embalses, más de 1300, con una capacidad de almacenamiento que supera los 50.000 hm3/año
Aunque no todos están dedicados al abastecimiento, la mayoría comparten usos (regulador de avenidas, abastecimiento, producción hidroeléctrica e industrial, regadío, recreativo….). Para el abastecimiento se destina aproximadamente el 20 % de estos recursos.
De estos más de 1 300 embalses ninguno se acerca, a distancia, a los más importantes en el mundo (de hecho en Europa ningún embalse entra en el top-ten de mayores embalses).
Según la XI Encuesta Nacional realizada por AEAS (Asociación Española de Abastecedores de Agua y Saneamiento) el origen del agua consumida por los españoles tiene, en un 73 % de los casos, origen superficial (embalses y ríos), el 24 % corresponde a aguas subterráneas y el resto, un 3 %, son aguas desaladas.
De las aguas embalsadas empleadas para el abastecimiento casi un 80 % presentan una calidad buena o medio buena. En España la dotación por habitante y día ronda los 160 L, repartidos, aproximadamente, de la siguiente manera:
Así que cuanto mejor sea el agua en el origen, más sencillo será el tratamiento a aplicar para cumplir con las normas sanitarias (Real Decreto 140/2003, de 7 de febrero, por el que se establecen los criterios sanitarios de la calidad del agua de consumo humano), y menor el riesgo de formación de subproductos en el mismo.
Por eso deberíamos aplicar el refrán de nuestras abuelas: “más vale prevenir que curar”, de forma que seamos capaces de medir la calidad del agua en el origen, en los embalses, para conseguir que el agua que sale de nuestros grifos disponga de la mejor calidad posible.
En la Comunidad de Madrid empleamos para el abastecimiento 14 embalses, con una capacidad de almacenamiento de 946 hm3, aproximadamente 700 campos de fútbol como el estadio Santiago Bernabéu.
Estos embalses se analizan regularmente con una frecuencia variable, entre una y dos veces al mes, mediante las más innovadoras técnicas de extracción, sondas multiparamétricas, radiómetros… a la vez que equipos sencillos, algunos diseñados en el siglo XIX (como el disco de Secchi).
En el embalse medimos la temperatura, la cantidad de oxígeno disuelto, la acidez del agua, hasta dónde penetra la luz, así como la cantidad de algas, la tipología de éstas (algunas producen compuestos que dan sabor al agua o que son tóxicos) y su distribución. Además cogemos muestras de agua a diferentes profundidades para su inmediato análisis en el laboratorio (sales minerales de fósforo y nitrógeno, metales, materia orgánica, olor y color del agua …). Incluso analizamos la presencia de organismos alóctonos (organismos no originarios del lugar en que se encuentran), señalados como “invasores”, tales como el “mejillón cebra”, y que –al no disponer de depredadores en nuestras cuencas- podrían desarrollarse sobremanera y afectar a infraestructuras, a la biota autóctona y a la calidad de las aguas.
También disponemos de equipos automáticos que, con frecuencia programable (cada 6 horas en estos momentos), realizan perfiles desde la superficie hasta el fondo del embalse, midiendo variables que a los gestores nos ayudan a entender las variaciones de la calidad que se producen a lo largo del año y según la profundidad, de forma que podamos seleccionar en cada momento la profundidad de la toma de agua más adecuada para el tratamiento.
Al finalizar un ciclo anual disponemos de una gran cantidad de información sobre los cambios en la calidad del agua en cada embalse, que nos ayudan a entender las dinámicas que afectan a éstos, prepararnos para los cambios y facilitar la toma de decisiones en la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP).
Así que, haciendo caso al refranero popular, preferimos prevenir, con lo que será más sencillo curar. De esta forma cuando abras el grifo sabrás que las mediciones de la calidad de cada gota de agua han comenzado a cientos de kilómetros de tu casa.
Comentarios